Hacía tiempo que lo esperaba y ha sucedido mientras no estaba atendiendo.
El lunes de esta semana, cuando volvía a casa con Bea, nos fijamos desde el parque en que la puesta de sol, que acababa de suceder, estaba aproximadamente alineada con la fachada del edificio. Subimos y nos pusimos a otras cosas, que la mente humana se despista pronto, y más si la encierras en un ascensor.
Hoy me he vuelto a acordar, tal vez porque desde la habitación se veían los edificios iluminados por la luz anaranjada de la puesta. Me he ido corriendo al salón y al abrir la ventana ¡tachán! Puesta de sol desde casita.
Vale que no la puedes disfrutar desde el sofá y vale que va justita de espacio, vale que dentro de unos meses volverá a ponerse por detrás del edificio, vale que no se ven las Cíes. Vale ya de vales, que por ahora y durante un buen tiempo puedo disfrutar de la puesta de sol sin salir de casa. Bueno, sacando de casa sólo la cabeza.
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