19 abril, 2007

La cosecha

A pesar de que le han dado un guión bastante plano, Hilary Swank es tan buena actriz que logra hacer creíble a su personaje.


¿Se piensan que soy subnormal y no voy a entender la peli si no me ponen los malditos flashbacks?


La verdad es que nunca me plantearía siquiera ver esta película de no ser por Hilary Swank y, principalmente, porque las entradas del Bonobox que tenía caducaban este miércoles y esta era la opción menos mala.
Posiblemente influya en mi juicio el hecho de que mis espectativas eran nulas, pero la verdad es que salí del cine con la sensación de no haber tirado el dinero, algo que en los últimos tiempos casi es digno de elogiar.

Antes de nada. Dado que algunos amigos han comentado que destripo las películas en mis críticas diré que se trata de un blog personal. No pretendo ayudar a nadie que esté buscando consejo sobre cine, sino en todo caso abrir un coloquio -sin cigarrillos, por favor- para comentar películas que haya visto. Vamos, que puede que destripe la película.
Dicho esto empezamos.

La pelí es de rollo cristiano y la prota (Hilary Swank) parece una fiel defensora del racionalismo en su empeño por desmontar supuestos milagros. Alguien le pide ayuda para que estudie un caso de plagas bíblicas en el corazón cristiano de los Estados Unidos y allá que se va con su amigo, compañero y exalumno Ben (Idris Elba, que tampoco termina de hacerlo mal).
Casi desde que llega comienza anotarse que lo del racionalismo no es algo que esta chica termine de llevar del todo al pie de la letra, y a medida que se suceden los fenómenos extraños se ve que pierde todo el interés por buscar una explicación científica. Cuando comienzan los flashbacks, en los que ella recuerda el asesinato de su marido e hija, parece que la película se va a limitar al susto fácil con imágenes en sucesión casi estroboscópica, y aunque en parte logra separarse de esta sensación no termina de meterse en el terror religioso al estilo de Se7en o El exorcista, con las que en algunas críticas la han comparado.
En el apartado de efectos especiales la mejor forma de describirlos es ligeramente excesivos. Comprendo que hoy en día todo tiene efectos especiales, pero no siempre es necesario hacer que resulten evidentes -recuerdo la película "Días extraños" que surgió en la conversación previa al cine- como en varias secuencias de esta película. Las visiones del Padre Costigan (Stephen Rea) son un ejemplo de contención, incluso en aquella en que la sombra de una estatua se descompone hasta convertirse en un enjambre de insectos contra la pared. El río de sangre resulta sobrecogedor, aunque varios planos que terminan sumergiéndose en el agua son totalmente innecesarios, dando la impresión de que estás viendo una peli de cocodrilo asesino. Siguiendo la curva descendente llega la secuencia de las langostas, que recuerda la tormenta de arena de La Momia, con langostas CGI que protegen a la niña embistiendo a todo aquél que intenta atacarla. En esta secuencia yo ya perdí toda esperanza de contención, de modo que no me sorprendió tanto la que para mis compañeros de sesión -Paula y Fran- fue el culmen de la exageración: la secuencia del fuego divino que acaba con todos los primogénitos, que, de todos modos, admito que es lo más excesivo de la película, pudiendo quedar perfectamente sustituida por muertes fulminantes en las que la gente cayese al suelo sin explicación y, si deseas algo de CGI, pequeñas esferas de luz abandonases sus cuerpos.
Otro recurso típico del terror es el final abierto, y esta película no podía renunciar a él, pero de nuevo resulta de lo más flojo. La niña apoya la cabeza en el regazo de la prota y dice que nota al niño que esta ella lleva dentro. Un narrador recuerda lo dicho por el Padre Costigan de que la elegida tendrá un segundo hijo que se entregará al mal, pero lo único que piensas es ¿hasta qué semana está permitido el aborto en los EEUU?, claro que tal vez el diablo se agarre más que una lapa.

Conclusión: entretenida para lo esperado, pero no pasa de película para ver sólo en caso de que no haya absolutamente ninguna alternativa.

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