Este fin de semana he estrenado la playa (de toalla y baño, como dobe ser). La novedad es que para llegar hasta allí he recurrido, como había amenazado, a la bici en lugar del coche o el bus.
La diferencia es notable, pues en algo menos de 30 minutos llego desde la puerta de casa a la arena de la playa (y lo mismo al revés), sin atascos ni exploraciones en busca de lugar donde aparcar. Eso sí, el calor se nota al ir en bici, y por mucho que el aire ayude a no churruscarse sigo tratando de encontrar la ruta óptima en cuanto a pedaleo se refiere.
Por el momento creo que voy bien encaminado. Ya se verá si estaba en lo cierto.
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